El corto intelecto de mis troles vecinos es algo que, a estas alturas, ya no me sorprende. He visto que sus habilidades sociales son nulas, aunque son unos excelentes cazadores nocturnos. Los huesos de toda clase que se encuentran en el pasillo de vez en cuando y que el resto de vecinos no entienden de dónde salen dan buena fe de ello.
Solo hay una llave para la trolicueva y la tiene, como no podÃa ser de otro modo, la matriarca. En efecto, solo ella sabe usarla. Y ustedes se preguntarán cómo saben cuál es el botón del portero automático que deben pulsar. Esa es una excelente pregunta, porque, en mis primeros años en esta casa, ellos pulsaban a ojo, con lo cual, llamaban a mi puerta cada dos por tres.
"Unga-unga", decÃa el hijo trol.
"En la puerta de al lado", respondÃa yo de mal humor, sin dar más explicaciones, con lo cual, la criaturita pulsaba varios timbres hasta que atinaba con el suyo y un "unga-unga" rabioso le respondÃan, se gruñÃan ritualmente un rato y luego la matriarca le abrÃa.
Pero claro, uno ya se harta de que estos bichos llaman al azar, por lo que decidà que habÃa que hacer entender a los trolillos y troletes cuál era exactamente su botón. ¿Y cómo hacerlo? Pues como se hace con los animalitos para que identifiquen su territorio.
Como no podÃa contar al administrador del condominio que esa tribu de prehumanos son lo que son, porque cundirÃa el pánico, opté por recoger, con guantes y mascarillas, restos corporales, fluidos y más restos orgánicos de estas criaturas. De ese modo, con nocturnidad y alevosÃa, impregno su botón una vez por semana. Dirán que soy un exagerado, pero funciona. Siempre atinan a llamar al botón que corresponde. Se guÃan por el olor.
Después esta la otra cosa que me llamó la atención y son los portazos salvajes que dan. Como ya expliqué en alguna ocasión, consiguen quedar registrados como movimientos sÃsmicos y no sé cuánto tiempo los resistirá aún el edificio. Pero ahora ya empiezo a entender qué significan. Igual que los perros orinan para marcar su territorio, estos dan portazos para marcar el suyo. Eso me hace pensar que hay otras tribus de troles en las proximidades. Se comunican entre sà a base de portazos. Y no es que tengan un código de golpes largos o cortos, no, es un solo golpe que se oye en veinte kilómetros a la redonda, pero que debe contener un algo inaudible al oÃdo humano, pero que debe ser exclusivo de cada tribu trolesca.
En una ocasión, el trolÃn pequeño entró por el portal aprovechando que otro vecino salÃa. Se plantó ante su propia puerta y empezó a timbrar. A ver, si digo que dejó el dedo ©tres minutos, no exagero. Quizá alguno piense que se le pegó el dedo al timbre. Puede ser, aunque creo que no. O tal vez alguien más piense que el trolÃn tenÃa muy mala baba, que también es posible, pero, sinceramente, el trolÃn es tonto del culo, es probablemente el más estúpido del todo el clan. Y nos lo hizo dos veces. La primera estuvo timbrando más de una hora con intervalos de varios minutos. Si el timbre hubiera tenido tonos, habrÃa hecho música, quién sabe. Y de repente se largó por el pasillo adelante. No sé qué fue de él, porque le perdà el rastro, quizá se lanzó a la caza de bichos de tres patas, no sé, porque es muy tonto.
La segunda vez que lo hizo, yo tenÃa visita en casa, que se alarmó con aquellos timbrazos. Lógicamente, aquella vez ya decidà que debÃa actuar y actué. Me asomé a la puerta. Abrà y le dije a la criatura asustada, que me miraba como si yo fuera el elfo del Señor de los Anillos, aunque más panzón:
"No hay nadie en casa".
Él se limitó a sacudir la cabeza de arriba abajo pronunciando algo asà como "Ji, ji", pero no se reÃa.
"Que te digo yo que no", insistÃ, pues sabÃa perfectamente que no habÃa nadie en ese momento, no habÃa ningún berrido infrahumano en un buen rato.
El trolÃn me miró con los ojos muy abierto. Soltó algo en trolés que no entendà y se fue pasillo adelante. Desde entonces, no lo he visto (o más bien oÃdo) más. Sordapia no creo que lo eche en falta, porque este discute menos. La maternidad trolesca es diversa, supongo. Se debe basar en algún dicho asà como "tanto berreas, tanto vales".
© Frantz Ferentz, 2020
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