Enceflana Miguélez se dio entonces cuenta de que cada uno de sus sobacos olía distinto. No sabía si consultar al médico por miedo a que se riese de ella, o si dejarlo correr. Al final pudo más el miedo que la vergüenza y consultó al médico.
El doctor se interesó por aquel caso. Un sobaco olía a boquerones mientras el otro olía a naftalina.
-- ¿Usa desodorante? --preguntó el médico.
-- Solo a veces...
El médico le arrancó a Enceflana unas muestras de vello axilar para hacer pruebas. Luego le recomendó:
-- Deje de mezclar la naftalina con los boquerones, creo que su cuerpo no lo asimila.
Enceflana bajó la cabeza avergonzada. Habían descubierto su gran pasión gastronómica.
-- Y use desodorante, ¿quiere? --acabó aconsejando el doctor quien ya se olía un buen artículo en una revista médica.
Mientras, Enceflana no hacía más que preguntarse en qué iba a cambiar que usase desodorante como aliño de la naftalina con boquerones.
© Frantz Ferentz
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