Enceflana abrió la boca para decir: "Me apetece una cerveza". Ese era el mensaje, pero antes de que saliese por su boca, se concentró para que le saliese en inglés delante de sus colegas. El resultado fue:
- Pufff...
- ¿Decías? -le preguntaron.
- No, nada, es que hoy no me sale el inglés.
Enceflana no podía reconocer antes sus colegas que tenía un problema de ajuste de ondas cerebrales.
Ella sabía mucho inglés, pero no le salía. Podía salirle un eructo, un taco, un me-cago-en-la-madre-que-te-parió... pero en castellano, vaya.
Volvió a probar a decir algo en inglés dos días después. Quería decir: "las galletas saladitas, si se pican poco, no engordan tanto y favorecen el cutis graso". Allá fue:
- Ayoeohao...
- ¿Decías?
- Nada, que hoy tampoco me sale el inglés.
Y tras una tercera tentativa, ya una semana después, intentó decir: "la crisis me está matando, pero yo no la voy a fomentar", le salió algo como:
- Bropp
- Vaya eructo -le dijeron.
Y como parecía que, efectivamente, algo se le había atascado en el esófago, un colega, campeón de taekwondo, empezó a darle palmaditas en la espalda.
Y ahí fue donde Enceplana descubrió que algo le mantenía la tráquea atascada. En ese momento se le cayó en el escote un inglés en miniatura, que temiendo ahogarse en la pechera de Enceflana, empezó a gritar en inglés:
- You are gonna pay it to me, you'll see, you fucking bastard, I've been living here for ages without paying any rent...
Los compañeros, al ver que la pechera de Enceflana por fin hablaba inglés, comenzaron a aplaudir mientras encargaban otra ronda de cañas y patatas alioli, sobre todo para que el inglés en miniatura se animase y no dejase de hablar.
© Frantz Ferentz
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