Sunday 13 June 2010

8. Misión invisible

    Enceflana entró en la sala de personal, durante la hora del café, empuñando unos papeles como si fuera una katana y con cara de pocos amigos.
    - Satona, ¿se puede saber qué es esto? -preguntó a una de las colegas que en ese momento se estaba sirviendo café.
    Todo el mundo en la sala se dio cuenta de que Enceflana venía en pie de guerra.
    - ¿Unos papeles? -respondió Satona guiñando un ojo.
    A Enceflana se le disparó su tic nervioso. Comenzó a mover el hombro derecho como si estuviese rematando a puerta en un córner, pero allí no había ningún balón. Sabía que era mejor eso que no que su furia se disparase y le saliese su alma de bruja. En ese caso, las consecuencias serían imprevisibles y seguramente su cuerpo acabaría como objeto de estudio de la ciencia. Pavoroso.
    - Muy graciosa. Esto es tu último informe. Una mierda, ¿sabes? ¡Una mierda! ¿Es que no sabes hacer las cosas mejor? Porque si es así, dímelo y buscamos a alguien más capacitado.
    Satona, en vez de amilanarse, solo le dijo:
    - No sé, pero mira a ver, porque el jefe no opina lo mismo.
    Enceflana se paró en seco. Notó que su olor axilar se agudizaba. Satona le clavó la mirada donde se dibujaba una expresión de ironía.
    - ¿Qué coños quieres decir?
    - Que como ya sabía que ibas a reaccionar así, ya le comenté al jefe que mi informe original ya había pasado por tus manos y que tú lo habías cambiado a tu antojo...
    Enceflana sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral. Si había alguien a quien apreciaba en aquella empresa era su jefe.
    - ¿Que tú ya les has dado este informe al jefe?
    - Claro.
    - ¿Que me has puenteado?
    - Acueductado sería más exacto.
    Enceflana salió corriendo al despacho del jefe. Cuando llegó ante la secretaria, esta intentó detenerla, pero era como si una persona intentase detener un autobús con sus manos, salió disparada. Enceflana abrió la puerta del despacho del jefe de par en par y gritó:
    - ¡No es verdad, señor Remi, no es verdad!
    Pero el señor Remi no estaba allí. Había tan solo una foto suya a tamaño natural sonriendo y guiñando un ojo. Después supo que el jefe llevaba toda la semana de baja con almorranas agudas.
    Enceflana volvió a su mesa cabizbaja, avergonzada, furiosa y flatulenta. Allí se encontró un conejito rosa de peluche sentado en su silla que sostenía una nota que decía: "We got you, Enceflana. Happy Birthday!". Pero como estaba en inglés, ella no entendió la broma y calcinó primero el conejo y luego el edificio entero por un ataque de furia axilar.

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