Thursday, 16 April 2020

MIS TROLES VECINOS - 3

La imagen puede contener: una o varias personas y exterior

Si hay algo difícil en este mundo, eso es despertarme de la siesta. A veces creo que me despertaré cuando los arqueólogos de no sé qué siglo me encuentren. Pero la cuestión es que hoy me ha despertado el griterío salvaje mis troles vecinos, subespecie unga-unga.

Creo que han triplicado el volumen de decibelios habitual. Además, deben estar todos en la gruta hogar, más nerviosos que de costumbre. En realidad, no sé exactamente de cuántos miembros se compone la tribu. Calculo que son entre 5 y 10, pero son tan iguales que no me extraña que a alguno lo cuente dos y tres veces cuando van varios por el pasillo.

En fin, ante tal panorama de ruidos, como os podéis imaginar, no hay pared que lo resista. No es que la pared se desmorone, que no (pero con estas paredes de papel daría igual), sino que es como si no hubiera pared.

Los troles tienen un comportamiento aún más extraño del habitual. Están entrando y saliendo cada cinco minutos, da igual. Los portazos -siempre los dan, es marca de la raza- son aún más bestiales. Le pregunto a mi esposa si ella entiende algo. Ya dije que no entiendo trolés, pero le buscamos la lógica a esto, si es que la tiene en la vida de estos seres.

No acercamos la oreja a la pared, no hace falta. Pero entonces entendemos a la vieja de los troles pronunciar dos palabras en nuestro idioma. Y la repite constantemente: "farmacia", "paracetamol". La vieja de los troles lo grita en la gruta hogar, pero también en la puerta que da al pasillo comunitario. Los troles gritan, saltan, dan vueltas sobre sí mismos (esto lo vemos por la mirilla). La vieja de los troles sale al balcón y sigue gritándoles: "Farmacia, paracetamol".

Solo entonces mi mujer y yo entendemos qué pasa: no son inmunes al coronavirus. Se han contagiado. Uno, dos, no sé cuántos, quizá todos.

Justo en este momento dan las 8 pm. La gente sale a aplaudir a las terrazas. Es lo que vienen haciendo durante todo el encierro para reconocer la labor de los sanitarios. Sin embargo, pilla a los troles en la calle, la tribu se queda mirando para los balcones. Infelices, se creen que los aplauden a ellos. Están contentos. Animalitos. Si es que todos necesitamos cariño. Casi me enternezco al verlos hacer reverencias en la calle (donde, como siempre, de la policía, ni rastro).

Solo entonces, por encima del ruido fuerte de los aplausos, resuena un sonido gutural incomprensible con mucha más potencia. Es la vieja de los troles que llama a la tribu de regreso a casa. Y los unga-unga regresan veloces, no sé si con paracetamol, condones, ositos de goma o juanolas. Dudo que se hagan entender y menos aún que diferencien una farmacia de una tienda de repuestos de auto.

En fin, veremos qué nos depara este inesperado contagio, veamos quién vence, si la fuerza bruta o si la bruta fuerza.

© Frantz Ferentz, 2020

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