Gracias a esa capacidad que tiene al menos Sordapia de romper el continuo espacio-temporal a base de mordiscos, gritos y patadas he conseguido entender lo que ha pasado hoy.
Resultó que según me siento a trabajar por la mañana delante del portátil, comienzan los gritos en la trolicueva. No les paro bola, o al menos lo intento. Pruebo a poner música que acalle ese esperpento, pero no lo ahoga del todo, porque, para eso, tendría que ponerme a trabajar debajo de los motores de un avión, aunque creo que ni así... En fin, sea como fuere, en un momento dado me di cuenta que la matriarca no gritaba a uno de sus retoños, sino que se gritaba a sí misma. Se llamaba 'puta', 'cacho perra', 'cabrona' y esas lindezas suyas habituales, pero, como digo, no a uno de sus hijos, sino a sí misma, porque ella misma se respondía.
En un primer momento pensé que estaba ante el espejo y que no reconocía su propia imagen, cosa que no me sorprendería debido al cociente de inteligencia de esta tribu. Pero entonces pensé que no iba a responder por el reflejo, pues, además, a veces las dos voces se solapaban. Claro, aquello de 'hija puta, tú', 'no, tú más', 'que te calles cacho perra', 'pa perra salida tú'. En fin, no quiero reproducir el lenguaje fantástico que usa la trol madre.
Un rato después del intercambio de cumplidos, una de ellas dijo a la otra:
— En un rato me vuelvo a ver, cacho guarra.
Aquello me dejó con la boca abierta (Abro un paréntesis: ya se estarán dando cuenta que mi dominio del trolés aumenta por días, ¿no? Cierro paréntesis). A continuación sonó un portazo de los habituales en ellos, de los que llegan a mover la aguja de registros sísmicos y que traen de cabeza a los sismólogos de Castilla La Mancha, que no encuentran explicación a los temblores de tierra que se dan todos los días en mi pueblo sin que haya propiamente terremotos.
Como decía, la matriarca salió, pegó el portazo, giró la esquina del pasillo, gritó, montó el escándalo y luego... silencio total. Pero entonces, Sordapia salió de nuevo a la puerta y gritó:
— Ah, cacho zorra, tovía te quiría yo dicir unas cuantas...
Y otro portazo.
Y otro registro sísmico.
Fue así como descubrí que la trolesa madre, cuando no tenía a quien gritar, viajaba al pasado para gritarse a sí misma.
© Frantz Ferentz, 2020
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