Cada vez era más claro. Enceflana se veía perfecta. Nada de defectos, sus aparentes problemas eran una bendición del cielo. Ya había comprobado que su olor axilar era parte de sus poderes, pero ¿qué decir de su aerofagia brutal cuándo llegaba?
También.
Descubrió que lo mejor que podía hacer en esos momentos de aerofagia brutal no era avergonzarse, sino meterse en la bañera con agua calentita y esperar a que se pasase aquella aerofagia con calma, porque, mientras duraba, tenía una sesión de hidromasaje gratis.
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Descubrió que lo mejor que podía hacer en esos momentos de aerofagia brutal no era avergonzarse, sino meterse en la bañera con agua calentita y esperar a que se pasase aquella aerofagia con calma, porque, mientras duraba, tenía una sesión de hidromasaje gratis.
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