Se llamaba Camellia, Camellia Robson. Había nacido en la lejana Nevada, pero adoraba España por su clima, su gente, su tortilla de patatas, su vino y su monarca, porque ella siempre había querido ser princesa, pero su país era una república, como todo el mundo sabe, salvo muchos de sus propios ciudadanos.
Recaló en España muy jovencita para aprender español. Lo aprendió en los bares, por eso su acento apestaba a alcohol. De hecho, su español no era gran cosa si no tenía cerca un chato y una tapa -preferiblemente de jamón. Se doctoró en sus Estados Unidos natales. Se casó dos veces pero se divorció tres -ese es un misterio que la propia Camella nunca ha desvelado-. Tuvo un hijo que en cuanto fue mayor de edad se dedicó a gigoló, aunque a su madre la tenía engañada diciéndole que era representante de ropa interior femenina, porque se veía que de eso entendía bastante.
Fuere como fuere, con 44 años decidió abandonar su puesto de trabajo en los Estados Unidos y venirse a España a ganarse la vida dando clases de inglés. En cualquier caso, lo suyo era algo desesperado, estaba dispuesta a tirarse desde un puente encima de un coche oficial de un ministro para acabar con su mísera existencia -pero si era un suicidio, que tuviese clase- en caso de que aquella última decisión no la llevase a ningún sitio.
Y por eso, pidió una señal al cielo.
Siendo nativa de lengua inglesa, Camellia no tuvo grandes problemas para encontrar trabajo con el idioma inglés en un país donde el 90% de la gente no habla más que su propio idioma y encima mal. La contrataron en la Agencia Evaluadora "Piss off", cuyo significado pasaba desapercibido para los hispanos, pues al traducirlo literalmente con ayuda del diccionario o del traductor automático, les salía algo así como "mea fuera", lo cual solía ser interpretado como "meas fuera de la taza, so guarro".
Precisamente uno de sus primeros trabajos fue evaluar los progresos en materia de aprendizaje de lengua inglesa de una empresa madrileña. Los buenos conocimientos del idioma inglés servirían a sus empleados para mejorar su situación laboral en la firma.
Camellia Robson leyó el nombre de la siguiente candidata: Enceflana Miguélez.
- Extraño nombre -pensó para así.
Ante ella se presentó una mujer de unos cincuenta y tantos, de cara redonda, la boca contraída artificalmente -boquita de piñón, que se dice-, vestida toda de estampado, como si fuese un jardín botánico ambulante.
- Take a seat, please, -pidió Camellia.
Enceflana cogió la silla y se quedó de pie sujetándola.
- Que tome asiento -repitió Camellia ahora en castellano.
- Ah, perdone, es que como "take" -pronunciado "tei" por Enceflana- significa 'coger', pues pensé...
- All right. Please, talk about yourself, introduce yourself.
- Qué agobio, uf, qué agobio... No puedo, ¿eh? No puedo, espere... A ver... mi nein is Enseflana, ay lif in Ejpein, bar ay lay tu jiar pó musi, bicaus de pípol ar simpátik...
- Yeah, that's enough -cortó Camelia-, now, could you tell me what you've been doing lately to improve your English?
- Inglis, yes, beri boniting... Yes... coño, qué agobio, que no puedo, que no me sale el inglés, ¿sabe? Es que tudey no me sale, señora, eskius mi, pero es que no. Verá usted, de inglis is guz, ay espiz inglis beri güel... ¿Y qué más? Ah, sí, mire: éboni an áivori, libin in perfez armoní... -empezó a cantar Enceflana
- Madam -interrumpió Camellia-, I see you're not taking this seriously, will you please concentrate on my questions? Or do you really understand a word of what I'm saying?
- Espere -y volvió a cantar-. ay guas efré, ay guas petrifay, ké cinkin ay néber lif...
Fuera comenzó a tronar.
- ¡Basta! -interrumpió fuera de sí Camellia-. ¿Me está usted tomando el pelo?
- ¿Eh?
Camellia había perdido absolutamente el control. Por eso le espetó a Enceflana:
- Nunca he visto alguien tan deprimente como usted, tan peripatética, alguien que pueda ser tan penosa. ¿Pero usted se ha visto? Da grima verla... Y olerla ni digamos, a pesar de los kilos de colonia que se echa. Es usted una bomba biológica andante, señora... No sé que haría si yo fuese como usted...
Justo en ese instante, en la mente de Camellia se encendió una lucecita., tal vez una neurona olvidada había vuelto a la vida. De repente comprendió que ella no podía caer ya más abajo, porque en lo más bajo había aún gente, como aquella Enceflana.
Súbitamente, su furia se trocó en una sensación de paz. Una sonrisa infantil brotó en sus labios. Aquella señora le había traído la luz, el cielo se había manifestado a través de ella (qué caprichoso era a veces el cielo para comunicarse con los mortales).
Camellia se levantó de su silla, se acercó a Enceflana que la miraba sin entender nada y le dio un beso en la frente. Luego cogió la ficha de evaluación y le puso la mejor nota.
Sin embargo, en la oficina tuvieron que aguantar los aires que se dio Enceflana, nadie entendía cómo aquella mujer, que no sabía una palabra de inglés, había obtenida aquella calificación. Por eso, cuando ella intentó explicárselo, se quedaron igual que estaban:
- De tia gif mi e kis, emosionéiz, de tia seis yu putamadring, yu acojoneiting. May inglis is de ostia, yes.
Recaló en España muy jovencita para aprender español. Lo aprendió en los bares, por eso su acento apestaba a alcohol. De hecho, su español no era gran cosa si no tenía cerca un chato y una tapa -preferiblemente de jamón. Se doctoró en sus Estados Unidos natales. Se casó dos veces pero se divorció tres -ese es un misterio que la propia Camella nunca ha desvelado-. Tuvo un hijo que en cuanto fue mayor de edad se dedicó a gigoló, aunque a su madre la tenía engañada diciéndole que era representante de ropa interior femenina, porque se veía que de eso entendía bastante.
Fuere como fuere, con 44 años decidió abandonar su puesto de trabajo en los Estados Unidos y venirse a España a ganarse la vida dando clases de inglés. En cualquier caso, lo suyo era algo desesperado, estaba dispuesta a tirarse desde un puente encima de un coche oficial de un ministro para acabar con su mísera existencia -pero si era un suicidio, que tuviese clase- en caso de que aquella última decisión no la llevase a ningún sitio.
Y por eso, pidió una señal al cielo.
* * *
Siendo nativa de lengua inglesa, Camellia no tuvo grandes problemas para encontrar trabajo con el idioma inglés en un país donde el 90% de la gente no habla más que su propio idioma y encima mal. La contrataron en la Agencia Evaluadora "Piss off", cuyo significado pasaba desapercibido para los hispanos, pues al traducirlo literalmente con ayuda del diccionario o del traductor automático, les salía algo así como "mea fuera", lo cual solía ser interpretado como "meas fuera de la taza, so guarro".
Precisamente uno de sus primeros trabajos fue evaluar los progresos en materia de aprendizaje de lengua inglesa de una empresa madrileña. Los buenos conocimientos del idioma inglés servirían a sus empleados para mejorar su situación laboral en la firma.
Camellia Robson leyó el nombre de la siguiente candidata: Enceflana Miguélez.
- Extraño nombre -pensó para así.
Ante ella se presentó una mujer de unos cincuenta y tantos, de cara redonda, la boca contraída artificalmente -boquita de piñón, que se dice-, vestida toda de estampado, como si fuese un jardín botánico ambulante.
- Take a seat, please, -pidió Camellia.
Enceflana cogió la silla y se quedó de pie sujetándola.
- Que tome asiento -repitió Camellia ahora en castellano.
- Ah, perdone, es que como "take" -pronunciado "tei" por Enceflana- significa 'coger', pues pensé...
- All right. Please, talk about yourself, introduce yourself.
- Qué agobio, uf, qué agobio... No puedo, ¿eh? No puedo, espere... A ver... mi nein is Enseflana, ay lif in Ejpein, bar ay lay tu jiar pó musi, bicaus de pípol ar simpátik...
- Yeah, that's enough -cortó Camelia-, now, could you tell me what you've been doing lately to improve your English?
- Inglis, yes, beri boniting... Yes... coño, qué agobio, que no puedo, que no me sale el inglés, ¿sabe? Es que tudey no me sale, señora, eskius mi, pero es que no. Verá usted, de inglis is guz, ay espiz inglis beri güel... ¿Y qué más? Ah, sí, mire: éboni an áivori, libin in perfez armoní... -empezó a cantar Enceflana
- Madam -interrumpió Camellia-, I see you're not taking this seriously, will you please concentrate on my questions? Or do you really understand a word of what I'm saying?
- Espere -y volvió a cantar-. ay guas efré, ay guas petrifay, ké cinkin ay néber lif...
Fuera comenzó a tronar.
- ¡Basta! -interrumpió fuera de sí Camellia-. ¿Me está usted tomando el pelo?
- ¿Eh?
Camellia había perdido absolutamente el control. Por eso le espetó a Enceflana:
- Nunca he visto alguien tan deprimente como usted, tan peripatética, alguien que pueda ser tan penosa. ¿Pero usted se ha visto? Da grima verla... Y olerla ni digamos, a pesar de los kilos de colonia que se echa. Es usted una bomba biológica andante, señora... No sé que haría si yo fuese como usted...
Justo en ese instante, en la mente de Camellia se encendió una lucecita., tal vez una neurona olvidada había vuelto a la vida. De repente comprendió que ella no podía caer ya más abajo, porque en lo más bajo había aún gente, como aquella Enceflana.
Súbitamente, su furia se trocó en una sensación de paz. Una sonrisa infantil brotó en sus labios. Aquella señora le había traído la luz, el cielo se había manifestado a través de ella (qué caprichoso era a veces el cielo para comunicarse con los mortales).
Camellia se levantó de su silla, se acercó a Enceflana que la miraba sin entender nada y le dio un beso en la frente. Luego cogió la ficha de evaluación y le puso la mejor nota.
Sin embargo, en la oficina tuvieron que aguantar los aires que se dio Enceflana, nadie entendía cómo aquella mujer, que no sabía una palabra de inglés, había obtenida aquella calificación. Por eso, cuando ella intentó explicárselo, se quedaron igual que estaban:
- De tia gif mi e kis, emosionéiz, de tia seis yu putamadring, yu acojoneiting. May inglis is de ostia, yes.
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